Las empresas de tasación desempeñan un papel fundamental en el ámbito económico, inmobiliario y financiero, ya que su principal función es determinar el valor real o de mercado de diferentes tipos de bienes. Su labor no se limita únicamente a la valoración de inmuebles, aunque este sea uno de los servicios más demandados, sino que abarca también la tasación de activos muebles, maquinaria, empresas, joyas, obras de arte, terrenos y otros bienes susceptibles de valoración económica. La finalidad principal de sus servicios es proporcionar una estimación objetiva, fundamentada y ajustada a la normativa vigente, que sirva como referencia en múltiples contextos legales, fiscales, financieros o comerciales.
En el sector inmobiliario, este tipo de compañías ofrecen uno de sus servicios más conocidos: la valoración de viviendas, locales comerciales, oficinas, naves industriales o terrenos. Estas tasaciones son necesarias en procesos de compraventa, herencias, divorcios, repartos patrimoniales o para conocer el valor real de un bien antes de una operación económica importante. En el ámbito hipotecario, los bancos y entidades financieras exigen tasaciones realizadas por sociedades homologadas por el Banco de España, ya que solo estas valoraciones tienen validez oficial para la concesión de préstamos hipotecarios. Las empresas de tasación deben seguir metodologías reconocidas, como las establecidas en la Orden ECO/805/2003, que regula los criterios de valoración y garantiza la transparencia y fiabilidad de los resultados.
Además de las tasaciones inmobiliarias, estas empresas realizan valoraciones de bienes muebles y activos específicos, como maquinaria industrial, vehículos, embarcaciones o aeronaves. Este tipo de tasaciones es esencial en contextos empresariales, especialmente cuando una empresa necesita conocer el valor real de su patrimonio, ya sea por motivos contables, fiscales o para procesos de fusión, adquisición o liquidación. También se requieren valoraciones cuando se debe justificar el valor de determinados bienes ante organismos públicos, aseguradoras o tribunales.
Otro servicio importante que ofrecen las compañías de tasación es la valoración de empresas o negocios en funcionamiento. En este caso, el objetivo es determinar cuánto vale una compañía teniendo en cuenta factores como su situación financiera, su rentabilidad, su capacidad de generar beneficios futuros, su posicionamiento en el mercado y sus activos tangibles e intangibles. Este tipo de valoración es esencial en operaciones de compraventa de sociedades, entrada o salida de socios, ampliaciones de capital o procesos concursales. Las empresas de tasación utilizan distintos métodos de valoración empresarial, como el descuento de flujos de caja, el método de comparables o el valor patrimonial ajustado, según la naturaleza y las circunstancias del negocio.
Las tasaciones con fines judiciales o periciales constituyen otro de los ámbitos de actuación habituales de estas compañías. En estos casos, según nos explican los tasadores de Mintasa, los informes de tasación se elaboran para ser presentados como prueba ante los tribunales, por ejemplo, en litigios de herencias, divorcios, expropiaciones o reclamaciones por daños. Los peritos tasadores elaboran informes detallados, objetivos y técnicamente fundamentados, que sirven de apoyo a jueces y abogados en la toma de decisiones o en la resolución de conflictos económicos y patrimoniales.
Asimismo, las empresas de tasación prestan servicios de valoración para fines fiscales y contables. En estos casos, sus informes ayudan a determinar el valor de bienes o activos a efectos de impuestos como el de transmisiones patrimoniales, sucesiones y donaciones o el impuesto sobre el patrimonio. De igual modo, muchas empresas recurren a las tasadoras para actualizar el valor de sus activos en balance o para cumplir con normativas contables que exigen valoraciones periódicas.
¿Qué datos recoge un informe de tasación?
Un informe de tasación es mucho más que un documento que fija un valor; es un análisis técnico detallado que combina datos objetivos, observaciones del tasador y referencias de mercado. Cada dato que contiene cumple una función concreta: demostrar que la valoración no es arbitraria, sino el resultado de un proceso verificable y conforme a criterios profesionales.
Uno de los primeros apartados del informe está dedicado a la identificación formal del encargo y su finalidad. En él se especifica quién solicita la tasación (ya sea un particular, una entidad financiera, una empresa o un organismo público), el propósito del informe y la fecha de la visita de inspección. Estos datos no son meramente administrativos: determinan el enfoque de la valoración y condicionan el método que el tasador aplicará.
Otro componente esencial es la descripción del entorno, que permite entender cómo el contexto influye en el valor del bien. En el caso de un inmueble, se analizan la ubicación dentro de la ciudad o zona rural, la accesibilidad, los servicios disponibles, la calidad urbanística del entorno y la oferta y demanda de inmuebles similares en la zona. Incluso factores como el nivel de ruido, la orientación o la cercanía a zonas verdes pueden afectar la valoración. Para otro tipo de bienes, como maquinaria o empresas, este análisis se traduce en el estudio del entorno productivo, la situación del sector o el nivel de obsolescencia tecnológica.
El tasador también recoge información procedente de la inspección directa, que es un requisito indispensable. Durante la visita, el técnico comprueba el estado real del bien, toma medidas, observa defectos constructivos o funcionales, verifica acabados y, si es necesario, contrasta la realidad física con los planos o documentos catastrales. Las fotografías obtenidas durante la inspección se incluyen en el informe para dejar constancia del estado en el momento de la tasación.
Junto a la observación física, se integran datos técnicos que permiten valorar la calidad y durabilidad del bien. En el caso de edificaciones, se detalla el tipo de estructura, las instalaciones (electricidad, fontanería, climatización), el nivel de eficiencia energética, la antigüedad y las reformas realizadas. Este conjunto de información ayuda a determinar la depreciación y el coste de reposición, factores claves para calcular el valor actual.

